Confluencia
Es la noche…
flaqueza de la sombra
expiación del aliento.
Reposan inocentes los fulgores
el dolor es tangible
como embrión desbrozado por un vidrio.
Una quietud de tímpanos vacíos
invade cada esquina.
Tartamudea el silencio verrugas de penumbra.
Hay algo que adivino
en el sonambulismo de un suspenso
un rastro de cayados cansados
una oruga que late laberintos.
Aproximo un poema.
Al pie de las estrofas
el veneno de viejas mordeduras.
Busco en cada palabra
algún rumor de cántaro colmado
pero una costra de lunas solitarias
ulcera la memoria.
Camino a la ventana.
El cielo me respira en el oído
segundos siderales.
Quisiera zarandear algún astro
despeñarlo hasta mí
rasgar su vestidura
como si pretendiera
el secreto de salmos atrapados
en la promesa de la luz.
Es la noche…
Obstinada y voraz.
Es posible que aún pueda
perderme en la caricia de algún verso.
Estoy en el umbral de un campanario.
Pedro Juan Ávila
del poemario Acordes afanosos
flaqueza de la sombra
expiación del aliento.
Reposan inocentes los fulgores
el dolor es tangible
como embrión desbrozado por un vidrio.
Una quietud de tímpanos vacíos
invade cada esquina.
Tartamudea el silencio verrugas de penumbra.
Hay algo que adivino
en el sonambulismo de un suspenso
un rastro de cayados cansados
una oruga que late laberintos.
Aproximo un poema.
Al pie de las estrofas
el veneno de viejas mordeduras.
Busco en cada palabra
algún rumor de cántaro colmado
pero una costra de lunas solitarias
ulcera la memoria.
Camino a la ventana.
El cielo me respira en el oído
segundos siderales.
Quisiera zarandear algún astro
despeñarlo hasta mí
rasgar su vestidura
como si pretendiera
el secreto de salmos atrapados
en la promesa de la luz.
Es la noche…
Obstinada y voraz.
Es posible que aún pueda
perderme en la caricia de algún verso.
Estoy en el umbral de un campanario.
Pedro Juan Ávila
del poemario Acordes afanosos
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