La noche desvelada
Pedro Juan Ávila Justiniano
La noche desvelada de Pedro Juan Avila Justiniano
Por Dr. Marcelino Canino Salgado
He leído con verdadera fruición el poemario La noche desvelada, de Pedro Juan Avila. Nunca había leído sus poemas. Sí sabía que tenía reputación de poeta, tal como me había llegado la información a través de mi ex-alumno el Dr. Reynaldo marcos Padua. Pensé que sería uno de esos tantos poetas que hay en nuestros pueblos y de los que hay que cuidarse para evitar el embalsamamiento de los oídos y el atolondramiento del espíritu. Confieso que esta actitud no es innata en mi, sino más bien inducida por la lectura de mi homólogo el célebre don Marcelino Menéndez y Pelayo quien en ya en 1893 se había forjado una imagen lapídica de nuestra literatura. Decía entonces el ilustre polígrafo:
La literatura puerto-riqueña, ya bastante considerable en cantidad, dada la pequeña extensión de la isla, es de las más que necesitan expurgo y disciplina. Allí, como en el resto de América, se escriben demasiados versos, y los poetas se encuentran por docenas. Hasta pueblos secundarios, como la villa de Arecibo, que apenas habrá sonado en los oídos de ningún europeo, poseen antologías especiales de sus ingenios. En todo esto tiene que haber mucha maleza, que solo la crítica local y de todos los días puede ir arrancando con mano fuerte. (Historia de la poesía Hispano-Americana, Madrid, C.S.I.C., 1948, T.I.,págs: 345-346 ).
Debo explicarles que Menéndez Pelayo estaba prejuiciado contra la mayoría de los buenos escritores de Puerto Rico, entre éstos, Alejandro Tapia y Rivera, pues la información que don Marcelino recibía estaba contaminada por los escrúpulos y sentimientos mezquinos de Francisco de J. Amy.
Desafortunadamente leí la obra de Menéndez Pelayo siendo muy joven y no tenía suficientes defensas para no dejarme influir por un monstruo de la erudición peninsular como el benemérito señor. Gracias a Dios a tiempo enmendé mis juicios y prejuicios y he dedicado bastante tiempo y espacio al estudio y enseñanza de nuestra literatura.
Aunque la he practicado por años, no acepto la crítica literaria como criterio de autoridad. Modificaría el término por apreciaciones y estudios literarios, donde los juicios nunca sean categóricos por atractivos que nos parezcan.
La noche desvelada no tiene que ver nada con una noche de insomnio ni los tormentos que causan la falta de los auspicios de Morfeo. Se trata de otra acepción de la palabra desvelar en su sentido de descubrir o poner de manifiesto algo que no se ve a simple vista. Que la noche le brinde al autor sus mas caros auspicios para provocar en él un estado de ánimo especial que lo lleva a una creación de profundos desvelos o confesiones es una cosa; que el autor no pueda conciliar el sueño es otra. La primera da pie a la creación y al ensueño; la segunda requiere atención médica.
Este poemario todo es una confesión a sotto voce de los afanes, inquietudes, quereres, nostalgias y profundos dolores del alma del poeta. Un canto de alto lirismo sin gota de amargura, sin acritud ni resentimiento. Tal vez sea este, en términos de la substancia poética contenidista, el elemento más valioso y conmovedor del poemario. El cuaderno está compuesto por 51 poemas divididos en cuatro partes de variadas extensiones y coronadas poéticamente por versos sugestivos tomados del poema Cuando salí de Collores del bardo Luis Lloréns Torres. Es una especie de evocación homenaje a lo que algunos poetas y críticos postmodernos considerarían una antigualla sentimentalista, machista y paternalista. Organizado en cuatro secciones: Primera noche..cuando salí, contiene 17 poemas; Segunda noche…donde colgué el primer nido, lo constituyen 13 poemas; la Tercera noche…tiene 20 y; Cuarta noche …recuerdo que al fin llegué, posee un solo poema casi epigramático.
Visto de esta forma el poemario tiene una estructura musical que nos recuerda a las formas “sonatas” o “sinfonías”. Prefiero calificarla de sonata pues es una “Bois Solitaire” con obligado de ternura… Y es, amigos y amigas todas que, este poemario es pura canción intimista, tan crasamente lírica que hay que afinar el oído y la sensibilidad en una texitura que está más allá de las preceptivas de la moda y de las escuelas. El autor me hizo recordar al poema Retrato, de Antonio Machado, aquel serventesio que dice:
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
Corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
Mas no amo los afeites de la actual cosmética
Ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar
No hay duda que la concepción poética de Avila es muy suya y, aunque tiene elementos que responden a la tradición poetizante de Occidente, la persistencia en un modo peculiar y a gusto con su propio decir poético afirman su propia imagen. Por eso canta apartándose del nuevo gay-trinar:
“Arrinconada y sola se quedó mi guitarra”
Su poesía es como sus propios versos: “Penetra, desteje , invade, lo más profundo de su ser” (p.16). Es una poesía donde la percepción de la realidad comienza sensorialmente hasta desleírse en las formas mas simples y puras en el plano astral de la conciencia, o mejor dicho, de la conciencia astral. Su mirada de la realidad contingente es periscópica, no microscópica. Explico: deliberadamente el autor se propone observar la realidad de los objetos no con un fin epistemológico de “adequatio mens at res” ( adecuar la mente a las cosas), sino con un fin ontológico. Esto es: a través de la percepción de la realidad objetiva, descubre su propia realidad, y en este sentido su poetizar se convierte en un proceso ontológico. Por eso me aventuro a afirmar que todo su poemario es una etopeya lírica del proceso de toma de conciencia de su propia soledad. El poeta se define como:
“He sido un desconsuelo que transita en el mar
busco beberme el sol que reclaman mis vértebras
he pretendido conquistar los pétalos de tu alegría
sin marchitar la primavera.” (p.38)
Todo este proceso poético donde el poeta ausculta a la realidad sensible y la convierte en sentimiento y abstracción, se expresa a través de un lenguaje poético pulcro, translúcido, palpitante, donde se rehuye toda afectación y virtuosismo verbal. Si bien es cierto que podemos encontrar reminiscencias de los poetas del ‘40 y de un lenguaje neoromántico en estrofas como esta:
Quiero encontrarme
En la bandada de algas de tus sueños
En los confines remotos de tu sonrisa
En el delgado néctar de tu mirada, (p.31)
No hay nada censurable en ello, pues esas estructuras reiterativas de un pasado lírico, están siempre fulgurantes en el horizonte sentimental de los bohemios ( en el mejor sentido de la palabra) puertorriqueños.
El poemario La noche desvelada merece un estudio de su universo léxico y sus categorías. Adelanto que quien lo emprenda encontrará claves a una estilística muy peculiar y curiosa, pues reforma la tradición sin deshacerse de ella y de sus materiales.
Las imágenes del tiempo, el silencio, la soledad relativa, el anhelo de decir discretamente, la resistencia al devenir, el “ubi sunt,” el “sic transit gloriae mundi”, las imágenes sobre el imperio de la muerte y la peor de las muerte, el olvido, el ayer, forman parte de los contenidos absolutos que solo pueden tratar de expresarse poéticamente.
No obstante su apego a la tradición hay en este poemario imágenes novedosas como:
La obesa vellonera
Con su vientre luciente
Volcaba al aire viejas sensiblerías
Versos que , aun en su elan de prosa, auguran al futuro narrador que debe haber en Pedro Juan Avila.
Por otro lado las referencias constantes a la soledad, a la penumbra, al silencio, a los astros, a la triste, lejana y amada luna; la evocación a la iglesia del pueblo, a la plaza, al camposanto inscriben el poemario en una novísima corriente neorromántica con obligada ternura y nostalgia.
Desde el punto de vista de la forma, aunque el autor ha querido romper con los moldes clásicos en un verso suelto, de tiradas largas en contraposición con versos cortos, la superestructura de su cultura clásica lo traiciona, pues el ritmo del endecasílabo resurge contantemente,. Como en estos dos versos:
Un rastro en el costado de la noche
Evoca inocencias riomarinas.
Ambos, endecasílabos heroicos con los consabidos acentos en las sílabas 2nda, 6ta y 10ma. Las cláusulas rítmicas están juiciosamente bien niveladas. Esto se debe, naturalmente al oído de músico del autor y no a un conocimiento preceptivo de la prosodia poética. En otras palabras, su ritmo es producto de un ritmo innato, inconsciente, no estudiado ni logrado deliberadamente. Esto hace que sus versos fluyan natural y espontáneamente.
Tal vez los poemas de Pedro Juan Avila sean, como ya he dicho, una voz solitaria y quieta dentro de la alharaca de los escarceos de nuevas generaciones que se deleitan con perreos y otras griterías. Yo personalmente me he deleitado con el decir hermoso y sin pretensiones artificiosas de La noche desvelada
La noche desvelada de Pedro Juan Avila Justiniano
Por Dr. Marcelino Canino Salgado
He leído con verdadera fruición el poemario La noche desvelada, de Pedro Juan Avila. Nunca había leído sus poemas. Sí sabía que tenía reputación de poeta, tal como me había llegado la información a través de mi ex-alumno el Dr. Reynaldo marcos Padua. Pensé que sería uno de esos tantos poetas que hay en nuestros pueblos y de los que hay que cuidarse para evitar el embalsamamiento de los oídos y el atolondramiento del espíritu. Confieso que esta actitud no es innata en mi, sino más bien inducida por la lectura de mi homólogo el célebre don Marcelino Menéndez y Pelayo quien en ya en 1893 se había forjado una imagen lapídica de nuestra literatura. Decía entonces el ilustre polígrafo:
La literatura puerto-riqueña, ya bastante considerable en cantidad, dada la pequeña extensión de la isla, es de las más que necesitan expurgo y disciplina. Allí, como en el resto de América, se escriben demasiados versos, y los poetas se encuentran por docenas. Hasta pueblos secundarios, como la villa de Arecibo, que apenas habrá sonado en los oídos de ningún europeo, poseen antologías especiales de sus ingenios. En todo esto tiene que haber mucha maleza, que solo la crítica local y de todos los días puede ir arrancando con mano fuerte. (Historia de la poesía Hispano-Americana, Madrid, C.S.I.C., 1948, T.I.,págs: 345-346 ).
Debo explicarles que Menéndez Pelayo estaba prejuiciado contra la mayoría de los buenos escritores de Puerto Rico, entre éstos, Alejandro Tapia y Rivera, pues la información que don Marcelino recibía estaba contaminada por los escrúpulos y sentimientos mezquinos de Francisco de J. Amy.
Desafortunadamente leí la obra de Menéndez Pelayo siendo muy joven y no tenía suficientes defensas para no dejarme influir por un monstruo de la erudición peninsular como el benemérito señor. Gracias a Dios a tiempo enmendé mis juicios y prejuicios y he dedicado bastante tiempo y espacio al estudio y enseñanza de nuestra literatura.
Aunque la he practicado por años, no acepto la crítica literaria como criterio de autoridad. Modificaría el término por apreciaciones y estudios literarios, donde los juicios nunca sean categóricos por atractivos que nos parezcan.
La noche desvelada no tiene que ver nada con una noche de insomnio ni los tormentos que causan la falta de los auspicios de Morfeo. Se trata de otra acepción de la palabra desvelar en su sentido de descubrir o poner de manifiesto algo que no se ve a simple vista. Que la noche le brinde al autor sus mas caros auspicios para provocar en él un estado de ánimo especial que lo lleva a una creación de profundos desvelos o confesiones es una cosa; que el autor no pueda conciliar el sueño es otra. La primera da pie a la creación y al ensueño; la segunda requiere atención médica.
Este poemario todo es una confesión a sotto voce de los afanes, inquietudes, quereres, nostalgias y profundos dolores del alma del poeta. Un canto de alto lirismo sin gota de amargura, sin acritud ni resentimiento. Tal vez sea este, en términos de la substancia poética contenidista, el elemento más valioso y conmovedor del poemario. El cuaderno está compuesto por 51 poemas divididos en cuatro partes de variadas extensiones y coronadas poéticamente por versos sugestivos tomados del poema Cuando salí de Collores del bardo Luis Lloréns Torres. Es una especie de evocación homenaje a lo que algunos poetas y críticos postmodernos considerarían una antigualla sentimentalista, machista y paternalista. Organizado en cuatro secciones: Primera noche..cuando salí, contiene 17 poemas; Segunda noche…donde colgué el primer nido, lo constituyen 13 poemas; la Tercera noche…tiene 20 y; Cuarta noche …recuerdo que al fin llegué, posee un solo poema casi epigramático.
Visto de esta forma el poemario tiene una estructura musical que nos recuerda a las formas “sonatas” o “sinfonías”. Prefiero calificarla de sonata pues es una “Bois Solitaire” con obligado de ternura… Y es, amigos y amigas todas que, este poemario es pura canción intimista, tan crasamente lírica que hay que afinar el oído y la sensibilidad en una texitura que está más allá de las preceptivas de la moda y de las escuelas. El autor me hizo recordar al poema Retrato, de Antonio Machado, aquel serventesio que dice:
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
Corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
Mas no amo los afeites de la actual cosmética
Ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar
No hay duda que la concepción poética de Avila es muy suya y, aunque tiene elementos que responden a la tradición poetizante de Occidente, la persistencia en un modo peculiar y a gusto con su propio decir poético afirman su propia imagen. Por eso canta apartándose del nuevo gay-trinar:
“Arrinconada y sola se quedó mi guitarra”
Su poesía es como sus propios versos: “Penetra, desteje , invade, lo más profundo de su ser” (p.16). Es una poesía donde la percepción de la realidad comienza sensorialmente hasta desleírse en las formas mas simples y puras en el plano astral de la conciencia, o mejor dicho, de la conciencia astral. Su mirada de la realidad contingente es periscópica, no microscópica. Explico: deliberadamente el autor se propone observar la realidad de los objetos no con un fin epistemológico de “adequatio mens at res” ( adecuar la mente a las cosas), sino con un fin ontológico. Esto es: a través de la percepción de la realidad objetiva, descubre su propia realidad, y en este sentido su poetizar se convierte en un proceso ontológico. Por eso me aventuro a afirmar que todo su poemario es una etopeya lírica del proceso de toma de conciencia de su propia soledad. El poeta se define como:
“He sido un desconsuelo que transita en el mar
busco beberme el sol que reclaman mis vértebras
he pretendido conquistar los pétalos de tu alegría
sin marchitar la primavera.” (p.38)
Todo este proceso poético donde el poeta ausculta a la realidad sensible y la convierte en sentimiento y abstracción, se expresa a través de un lenguaje poético pulcro, translúcido, palpitante, donde se rehuye toda afectación y virtuosismo verbal. Si bien es cierto que podemos encontrar reminiscencias de los poetas del ‘40 y de un lenguaje neoromántico en estrofas como esta:
Quiero encontrarme
En la bandada de algas de tus sueños
En los confines remotos de tu sonrisa
En el delgado néctar de tu mirada, (p.31)
No hay nada censurable en ello, pues esas estructuras reiterativas de un pasado lírico, están siempre fulgurantes en el horizonte sentimental de los bohemios ( en el mejor sentido de la palabra) puertorriqueños.
El poemario La noche desvelada merece un estudio de su universo léxico y sus categorías. Adelanto que quien lo emprenda encontrará claves a una estilística muy peculiar y curiosa, pues reforma la tradición sin deshacerse de ella y de sus materiales.
Las imágenes del tiempo, el silencio, la soledad relativa, el anhelo de decir discretamente, la resistencia al devenir, el “ubi sunt,” el “sic transit gloriae mundi”, las imágenes sobre el imperio de la muerte y la peor de las muerte, el olvido, el ayer, forman parte de los contenidos absolutos que solo pueden tratar de expresarse poéticamente.
No obstante su apego a la tradición hay en este poemario imágenes novedosas como:
La obesa vellonera
Con su vientre luciente
Volcaba al aire viejas sensiblerías
Versos que , aun en su elan de prosa, auguran al futuro narrador que debe haber en Pedro Juan Avila.
Por otro lado las referencias constantes a la soledad, a la penumbra, al silencio, a los astros, a la triste, lejana y amada luna; la evocación a la iglesia del pueblo, a la plaza, al camposanto inscriben el poemario en una novísima corriente neorromántica con obligada ternura y nostalgia.
Desde el punto de vista de la forma, aunque el autor ha querido romper con los moldes clásicos en un verso suelto, de tiradas largas en contraposición con versos cortos, la superestructura de su cultura clásica lo traiciona, pues el ritmo del endecasílabo resurge contantemente,. Como en estos dos versos:
Un rastro en el costado de la noche
Evoca inocencias riomarinas.
Ambos, endecasílabos heroicos con los consabidos acentos en las sílabas 2nda, 6ta y 10ma. Las cláusulas rítmicas están juiciosamente bien niveladas. Esto se debe, naturalmente al oído de músico del autor y no a un conocimiento preceptivo de la prosodia poética. En otras palabras, su ritmo es producto de un ritmo innato, inconsciente, no estudiado ni logrado deliberadamente. Esto hace que sus versos fluyan natural y espontáneamente.
Tal vez los poemas de Pedro Juan Avila sean, como ya he dicho, una voz solitaria y quieta dentro de la alharaca de los escarceos de nuevas generaciones que se deleitan con perreos y otras griterías. Yo personalmente me he deleitado con el decir hermoso y sin pretensiones artificiosas de La noche desvelada
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